II6
EL REVERSO
ron á este hombre á su país, donde sus propiedades,
grabadas con multitud de deudas á su partido , debían
ofrecer pocos recursos á su genio) Es imposible creer
esto último, y es más verosímil suponer que tenía que
llenar alguna misión en aquellas comarcas, donde
brotaban aún de vez en cuando algunas chispas de
nuestras discordias civiles.
»Al llegar al país en que su pérfida cooperación
en las intrigas de Inglaterra y del conde de Lille le
valió la confianza de las familias adictas al partido
vencido por el genio de nuestro inmortal Emperador,
encontró á uno de los antiguos jefes de revolución,
con quien había tenido relaciones como enviado del
extranjero cuando la expedición de Quiberón, y cuando
el
último levantamiento de los rebeldes, en el año VII,
favoreció las esperanzas de este gran agitador, que
pagó eón la última pena sus tramas contra el Estado .
Bryond pudo entonces penetrar los secretos de este
incorregible partido, que desconocía á la vez la gloria
de Su Majestad el Emperador Napoleón 1 y los -;;erda–
deros intereses del país, que estaban en esta persona
sagrada.
»A la edad de treinta y cinco años, afectando la
piedad más sincera, fingiendo una adhesión sin lími–
tes á los intereses del conde de Lille y un culto por
los insurrectos que en el Oeste encontraron la muerte
luchando; realzando con habilidad los restos de una
juventud ajada, pero que ofrecía aún un buen exte–
rior, y vivamente protegido por el silencio de sus
acreedores y por una inaudita complacencia por parte
de todos los nobles del país, este hombre fué intro–
ducido en casa de la dama Lechantre, á la que se la
suponía una gran fortuna.
>>Se acordó casar á la hija única de la señora Le–
chantre, á la joven Enriqueta, con aquel protegido de
los nobles y de las gentes distinguidas.
)>Sacerdotes, exnobles, acreedoFes, todos con dife–
rentes intereses, leales en los unos, avaros en los otros,