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DE LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA

1 1

I

los secretos del partido contr?.rrevolucionario del

Oeste; lamentó el que Rifoel hubiese introducido en

el complot

á

mujeres y que se . hubiese confiado

á

ellas; envió sumas á Rifoel y escondió el dinero del

robo.

Respecto á la conducta de los dos gendarmes Mallet

y Ratel, merece ser tratada por parte de la justicia

con

el

mayor rigor. Ambos fueron traidores y falta–

ron

á

sus deberes. Uno de ellos, adivinando su suerte,

se suicidó, después de haber hecho importantes reve–

laciones. El otro, Mallet, no ha negado nada, y sus

confesiones alejan toda duda.

La dama Lechantre,

á

pesar de sus constantes ne-·

gativas, lo conócía todo. La hipocresía de e:;ta mujer,

que procura confirmar su pretendida inocencia con

las apariencias de una devoción engañosa, tiene ante–

cedentes que prueban su indecisión y su intrepidez

en los casos extremos. Alega que fué engañada por

su hija, y que creía que se trataba de fondos que per–

tenecían al señor Bryond. ¡Astucia burda! Si el señor

Bryond hubiese tenido _fu_n.dos, no hubiese abando–

nado el país como lo abandonó para no ser testigo

de su ruina. La dama Lechantre se tranquilizó respecto

á la vergüenza del robo cuando lo vió aprobado por

su aliado Boislaurier. Pero {Cómo se explica la pre–

sencia de Rifoel en Saint-Savin, las correrías y rela–

ciones de este joven con su hija, y la permanencia de

los bandidos en el castillo, servidos por la joven Go–

dard y por la dama Bryond? Alega un profundo sueño,

se apoya en su · pretendida costumbre de acostarse á

las siete de la noche, y no sabe qué respouder cuando

el magistrado instructor le hace observar que se le–

vantaba al amanecer y que

á

aquella hora debía aper–

cibirse de las huellas del complot

y

de la estancia en

su casa de tanta gente, y que debía asimismo icquie–

tarse por las entradas y salidas nocturnas de su hija .

A esto contesta que acostumbraba á permanecer re–

zando. Esta mujer es un modelo de,hipocresía. Final-