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EL REVERSO
mente, su viaje el día del crimen, el cuidado que tiene
de llevarse su hija á Mortagne, sus correrías con el
dinero, su precipitada huida cuando todo está descu–
bierto, el cuidado que tiene de esconderlo, las circuns–
tancias mismas de su arresto, todo prueba su compli–
cidad de larga fecha . No ha obrado como madre que
quiere instruir
á
su hija en el bien y arrancarla del
peligro, sino corno cómplice que tiembla, y
~u
com–
plicidad no ha sido rno1ivada por la fuerza de la ter–
nura maternal, sino que es fruto del espíritu de partido
é
inspiración de un reconocido odio contra el gobierno
de Su Majestad Imperial y Real. Por otra parte, un
extravío causado por la ternura maternal no la excu–
saría,
y
no debemos olvidar que su consentimiento,
que databa de mucho tiempo atrás, debe ser la prueba
más evidente de su complicidad.
De modo que los elementos del crimen y sus facto–
res están descubiertos. Se ve en él el monstruoso
conjunto de los delirios de una facción con el cebo
de la rapiña, el asesinato aconsejado por el espíritu de
partido , bajo cuya égida intentan todos justificar sus
más innobles excesos. La voz de los jefes da la señal
del pillaje de los fondos públicos para archivar críme–
nes ulteriores . Viles y cobardes mercenarios, lo efec–
túan á bajo precio, sin retroceder ante el asesinato,
y factores de rebelión no menos culpables ayudan
á
todo y toman parte en el mutín.
~Qué
sociedad tole–
raría semejantes
atentados~
Todo el rigor de la justi–
cia será poco para castigarlos.
Visto esto, la audiencia de justicia criminal y espe–
cial tendrá que decidir si los llamados Herbomez,
Hiley, Cibot, Grenier, Horeau, Cabot, Minard, Melin,
Binet, Laraviniere, Rousseau, la mujer de Bryond,
Leveillé, la mujer de Bourget, Vauthier, Chaussard el
mayor, Pannier, la viuda Lechantre, Mallet y todos
los aquí denominados
y
calificados, acusados presen–
tes, y los llamados Boislaurier, Dubut, Courceuil,
Bruce,
Chaus~ard
el menor, Chargegrain, la joven