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EL REVERSO

ya una vez lanzada por aquella peligrosa pendiente.

{Habría llegado hasta el

patíbulo~

Godofredo veía allí todo un mundo. Erraba por los

matorrales normandos, veía al caballero bretón y á

la señora Bryond en los setos; habitaba el viejo cas–

tillo de Saint-Savin , asistía á las diversas escenas de

seducción de tantos personajes, figurándose que veía

á aquel notario, á aquel negociante y á todos aquellos

atrevidos jefes de chuanes. Adivinaba el concurso

casi general de una comarca en qus vivía aún el re–

cuerdo de las expediciones

~del

famoso Marche-á-Te–

rre, de los condes de Bauban, de Longuy, del sacri–

ficio de la Vivetiere, de la muerte del marqués de

Mautaurand, cuyas hazañas le habían sido contadas

por la señora de la Chanterie.

Esta especie de visión de las cosas, de los hombres

y de los lugares fué rápida. Pensando que se trataba

de la, imponente, noble y piadosa anciana, cuyas vir–

tudes influían en él hasta el punto de metamorfo–

searle, Godofredo cogió con terror el segundo docu–

mento que el buen Alain le había dado y que se

titulaba:

Petición hecha por la señora doña Enriqueta de Bryond

de las Tours-Mesnieres, apellidada, po1· parte de su

padre , Lechantre de la Chanterie.

-¡Ya no hay dudal se dijo Godofredo.

He aquí el tenor de este documento:

«Estamos condenados y somos culpables; pero si

alguna vez ha tenido algún soberano razón para usar

su prerrogativa de indulto, nunca mejor que en las

presentes circunstancias.'"

))Se trata de una joven que ha declarado que es

madre y que está condenada á muerte.

»En el umbral de una: cárcel, en presencia del patí-

bulo que le espera, esta mujer dirá la verdad.

)