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EL REVERSO
Este espantoso drama turbó el escaso sueño de que
gozó Godofredo. Soñó con el último suplicio y vió,
enmedio de una terrible pesadilla, á una joven her–
mosa, exaltada, sufriendo, siendo objeto de los últimos
preparativos y llevada en una carreta, subiendo al pa–
tíbulo y gritando: ¡Viva el rey!
La curiosidad aguijoneaba á Godofredo. Cuando
apenas rayaba el alba se levantó, se vistió, anduvo
por su cuarto y acabó por ponerse á la ventana, mi–
rando maquinalmente al cielo y reconstruyendo este
drama en varios volúmenes, como podría hacerlo un
autor moderno. Y veía siempre destacarse en aquel
fondo tenebroso de chuanes, de aldeanos, de hidalgos
provincianos, de jefes, de magistrados, de abogados
y de espías las radiantes figuras de la madre y de la
hija; de la hija que engañaba á su madre, de la hija
víctima de un monstruo, víctima de su pasión por uno
de esos hombres atrevidos que más tarde fué califi–
cado de héroe, y al que la imaginación de Godofredo
atribuía semejanza con los Charettes, con los Jorges
Cadoudal. y con los gigantes de aquella lucha entre la
República
y
la Monarquía.
Tan pronto com.:> Godofredo oyó que el anciano
Alain andaba por su cuarto, se apresuró á subir; pero
después de haber entreabierto la puerta, volvió á sus
habitaciones. El anciano, arrodillado en su reclina–
torio, hacía sus oraciones de por la mañana. La pre–
sencia de aquella cabeza canosa, cuya postura indi–
caba su profunda piedad, recordó á Godofredo sus
olvidados deberes y se puso á rezar fervorosamente.
-Le esperaba á usted, dijo Alain viendo entrar á
Godofredo al cabo de un cuarto de hora. Para calmar
su impaciencia, me he levantado algo más temprano
que de ordinario.
-{Doña Enriqueta? ... preguntó Godofredo con vi–
sible ansiedad.
-Es la hija de la señora, dijo el anciano interrum–
piendo á Godofredo. La señora se llama Lechantre