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EL REVERSO
obtuvo la condena de la pobre baronesa de la Chan–
terie. Los señores Bourlac y Mergi usaron en las se–
siones un encarnizamiento inaudito. El presidente
llamaba á la baronesa de las Tours-Mesnieres mujer
Bryond, y
á
la señora mujer Lechantre. Los nombres
de los acusados están todos substituidos y desnaturali–
zados por los del sistema republicano. Este proceso
tuvo detalles extraordinarios que yo no recuerdo en
su totalidad; pero me ha quedado en la memoria un
rasgo de audacia que puede servir para dar una idea
de la clase de hombres que eran los chuanes. La mul–
titud, para asistir á las sesiones, hacía cuanto podía,
se llenaban salón y corredores,
y
en la plaza había
tal gentío que parecfa día de mercado. Un día, al
abrir la audiencia, antes de llegar el tribunal, Pille–
Mille, el famoso chuán, salta por encima de la baran- ·
dilla, se abre paso á codazos por entre la multitud,
se mezcla con ella, y huye enmedio de una de las
avalanchas de aquel gentío asustado. Los gendarmes
y
la guardia corrieron tras él y lo cogieron en la esca–
lera, en el momento en que ya llegaba á la plaza. Este
rasgo de audacia hizo redoblar la guardia. Se colocó
en la plaza un piquete de gendarmería, por temor á
que hubiesen chuanes entre la multitud dispuestos
á prestar ayuda
á
los acusados. A consecuencia de
estas tentativas resultaron tres personas aplastadas.
Entonces se supo que Contenson (lo mismo que mi
amigo Bordin, no quiero llamarle barón de las Tours–
Mesnieres ni Bryond, que son nombres respetables de
vieja alcurnia), digo, pues, que se supo que ese mise–
rable había sustraído y disipado sesenta mil francos
de los fondos robados, de los cuales dió diez mil al
joven Chaussard, al que metió en la policía
y
le in–
oculó sus vicios
y
sus gustos; pero ninguno de sus
cómplices fué feliz. El Chaussard que logró escapar
fué arrojado al mar por el señor de Boislaurier, cuando
éste supo la traición de este pillo, á quien Contenson
había aconsejado que se uniese á los conspiradores