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EL MARQUÉS . DE VILLA.GARCÍA.

El comercio seguia síempre contrariado por las

.autoridades y monopolistas, que temian su total

ruina faltando los galeones. Con ingentes esfuerzos

logróse expedir una armada en 1737'

á

los ocho

años de la mal despachada por Castel-Fuerte. Tam–

poco

ahora se pudo restablecer la feria de Portobe–

lo. El riesgo de hostilidades marítimas hizo que los

efectos europeos , en vez de dirigirse al istmo , se

.desembarcasen én Cartagena para seguir la larguí-

sima ruta del interior. Los capitales del Perú tuvie–

ron igualmente que desembarcar en Guayaquil,

para ir en busca de las mercancías. E.n ni:rigun lu–

gar se celebró feria formal, y los tratos se fueron

concluyendo donde quiera que se reunian compra–

dores y vendedores. Éstos no tuvieron por qué

fe–

licitarse de ese mercado ambulante. Los comprado–

res , léj os de ganar, sufrieron tales quebrantos,· que

los prestamistas,

~

todo riesgo, perdieron el 11

por

100

de su dinero. Mas estas ·pérdidas parciales

cedieron en beneficio general; porque, cesando para

siempre los galeones, vinieron los registros al Ca–

llao por ·el cabo de Hornos, con creciente provecho

de vidas y haciendas. Antes que el tráfico autori–

zado por esa via

pr0veye~e

á

las necesidades del

Perú, siguió en vasta escala el contrabando, apro–

vechando

á

todos, ménos al fisco, mal servido ror

los oficiales reales.

Aunque la Hacienda continuára resiptiéndose de

la poca vigilancia

ó

culpable connivencia de sus