EL MARQUÉS DE VILLAGARCÍA.
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último años, junto con notables quebrantos de for–
. tuna, grave injurias
á
las personas; su preponde–
. rancia marítima no les disponia
á
tolerar fácilmente
odiosa limitaciones en sus operaciones ultrama–
rinas, que eran la condicion de grandeza y vida
para su expansiva actividad, demasiado estrechada
en la Islas Británicas. Sobrados móviles eran éstos
para que no cambiáran sus relacion poco pacífi–
ca con E pañ , en una guerra abierta, para la
qu nunca faltar· n
prete ~
tos
á
la potencias fuert
,
aguijoneada por la ambicion. Aspirando nada m -
nos que
á
apoderarse de las mejores colonias espa–
ñolas, expidieron dos escuadras, una al Pacífico,
á
las órdene del almirante Anson,
y
otra
á
las de
Vernon, que debia operar contra el istmo de Pana–
m del lado del Atlántico.
Anson , alido de Inglaterra más tarde de lo que ha–
bría convenido, babia tenido que estacionarse en las
i las de Juan Fernandez para restablecer
~u
tripu–
lacion.
Í'
tiO'ada y enferma por una nave " cion tan
larga como peno"'a. El Virey, que por la córte es–
taba prevenido de su lle
0
ada, y babi recibido de
la penín ula algun
refu~rzo
marítimo , no escatimó
gastos para armar la escuadra, y sin dilacion la en–
vió al encuentro de los inva ores. Mas el jefe
que}~
comandaba, detenido desde luégo por una arribada
forzo.,a para no perder la eapitana, que e. iba
á
'pique, con poca confianza en los demas buques,
y
más solícito de ·medrar en negocios ilícitos, que de