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EL MARQUÉS DE VILLAGARCÍÁ.

correr los azares de la guerra, no pensó en acercarse

á las islas de

J

uán Fernandez. Tranquilo en ellas

Anson, repuso sil quebrantada gente,

y

en algunas

correrías marítimas apresó .doce naves mercantes,

·y

en ellas

grand~s

caudales, destinados al contra–

bando. Haciendo

despu~s

rumbo hácia Paita, en–

contró en aquel puerto un, inesperado.. botín, que la

contratacion ilícita tenía allí acumulado,

y

no ar–

rostró ninguna resistencia séria, porque el fuerte–

cillo no podia oponérsela,

y

150 hombres enviados

de Paita contra los 50 desembarcados por él, toca-,

ron los clarines desde

muy

léjos

par~

ahu.yentarle,

fiándose poco en sus veinte bocas de fuego' únicas

armas con que pudieron acometerle. Se alejó, por

último, de las costas del vireinato, apresando en la

travesía por las aguas distantes, el opulento galeon

de Manila, cargado con efectos de la China por va–

lor de muchos millones de pesos. No .llevaba sóló

una muy rica presa; abrigaba al mismo tiempo la

esperanza de que su patria pu_diera apoderarse del

codiciado Perú, cuyo estado militar era el más la–

mentable. Los buques de guerra estaban casi inser–

vibles; los jefes sin ardimiento ni pericia; las tripu–

laciones sin di ciplina ·,

los puertos desguarnecidos

y

sin armamento. En Lima mismo, donde

á

todo

costo se habian levantado dos regimientos de in–

fantería

y

uno de caballería, haciéndose frecúen–

tes alardes. no hal>ia armas de fuego en cantidad ··

suficiente,

y

fué necesario comprar algunas pocas

á