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EL MARQUÉS DE VILLAGARCÍA.

en breve los víveres, enfermando gravemente los

hijos de la seca y fresca serranía en aquella tierra

caliente

y

húmeda,

y

queriendo abrirse paso los

pocos que áun conservaban vida y espíritu esforza–

do, se vieron detenidos por los chunchos, dueños

del único balseadero accesible en aquella estacion,

y

cayeron uno á uno á las flechas certeras, dispa–

ra.das contra ellos desde la descubierta orilla,

6

por

elevacion al traves de la colosal arboleda. El Corre–

gidor, que había acudido á salvarlos, hubo de di-.

visar con vano pesar·, desde l'a opuesta .orilla del

rio, las ruinas del fuerte

y

los tristes,

~:manto

seg1:J.–

ros indicios de haber perecido sus de.fensores.

En vista de tales contrastes las autoridades veci-:–

nas ponderaban

6

disminuían el riesgo, segun sus

miras

y

afectos particulares. El Virey juzgaba, con

razon, que la naturaleza habia puesto allí una valla

fortísima, así

á

las expediciones dirigidas contra

los salvajes, protegidos por el clima y la impene–

trable selva, como

á

sus excursiones en tierra fria

y

descubierta, que no les agradaba, ni les ofrecía

salvaguardia. No tuvo, por lo tanto, inquietudes

de este lado; mas continuaba profundamente afii–

.gido por haberse malogrado sus costoso aprestos

contra el almirante Anson,

y

se ocupaba en hacer–

los con mejor éxito, cuando, sin más prevencion,

que la noticia comunicada tres dias ántes por el

embajador de D. José Manso de Velasco, vino éste .

á

sucederle, del reino de Chile, que babia goberna-