EL CONDE DE SUPERUNDA.
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le, la estopa interior de los cocoteros,
y
el hierro,
importado de Europa
á
tode> costo. No se echaba ·
ménos la habilidad de los artesanos. La ·artillería
de bronce, que estaba inservible por haber hecho
los oidos demasiado grandes, fué utilizada, sin gran
gasto, por la industria admirable de un platero
li–
meño, queajustó sólidamente
á
la abertura algunos
granos para disminuir sus dimensiones.
Difícil era consebuir fuerzas disciplinadas. Los
mejores soldados venidos de Europa se corrompian
con el ocio
ó
se desertaban, seguros de obtener
más ventajosas posiciones; los del país no querian
sujetarse al rigor de las ordenanza . Los
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jefes "'ólo
pensaban en medrar con plazas supue tas
ó
giros
vergonzosos. A bordo tenía el capitan pulpería bien
provista de licores fuertes. La malversacion 'de pro–
visiones
y
arsenales excedia todos los límites del
descaro.
La dilapidacion era igualmente espantosa en· ·
otros ramos de la administracion, defraudándose
escandalosamente los intereses públicos con ilimi–
tadas sustracciones
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engaños en la cantidad
y
ca–
lidad de los efectos. Sin la menor reserva solian de–
cir los encargados de las rentas
ó
gastos: que era
preciso comer
y
dejar comer.
La justicia no podia librar bien, siendo tal la cor–
rupcion administrativa
y
tan relajada la censura.
El Marqués de Castel-Fuerte había dicho
á
su suce–
sor: «En este reino, los que administran los cargos