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EL
CONDE DE SUPERUNDA.
tos el partido de los europeos,
y
dividfrse con ellos
las ventajas mundanales.
· Cada dia se hacian más
proft~ndas
y se enconaban
más las rivalidades entre españoles ,venidos de Eu–
ropa y los naturales de América ,
6,
segun el len–
guaje del tiempo. entre chapetones
y
criollos. Los
imp.ulsos instintivos y
con~rarios
de patria
y
domi–
nacion extraña se corroboraban
y
extendian
á
todo,
por la lucha desigual entre hombres de la misma.
raza
y
sujetos al mismo Gobierno, al disputarse los
favores de la: fortuna, del poder
y
hasta de las fa–
milias' con frecuente perjuicio del
m~s
meritorio
y
más culto. Grande era tambien la exCision entre las
diferentes castas. Esclavo el negro, siervo el indio,
opresor
ú
oprimido el hombre de col0r, singaran–
tías personales, ni respeto
á
la ley el blanco, mal po·
dian concertar sus esfuerzos fraternales pará asegu–
rar un órden ventajoso á todos. El
contínu~
contras–
te entre la humillacion
y
el altivo predominio; el
lujo ruinoso de los unos, sostenido con la miseria de
los qtros;
y
ia posicion instable ·de las familias, for-
1.ificaban la division de los hijos de una misma pa–
tria
y
áun entre los vecinos de un mismo pueblo. Po–
líticos sin conciencia, ni prevision, podian felicitarse
de que esa falta de union conservaria mejor el órden
establecido. Mas, fuera de que
UJ).
dia el sufrimien-–
.fo
comun habria de acallar las rencillas particula–
res; esa dispersion
y
antagonismo de las fuerzas socia–
les no podian crear na(J.a de grandioso, ni de estable.