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EL CONDE DE SUPERUNDA.
,bres poco escrupulosos principiaron á saquear las
casas arruinadas
y
abandonadas por sus dueños; á
fa
playa acudió mucha gente para apoderarse de
los efectos del Callao, que la mar· arrojaba. El Vi–
rey publicó bandos rigurosos, puso guardias , creó
alcaldes
y
levantó horcas para aterrar á los ladro–
nes. Las cajas reales
y
la moneda, donde habia
grandes caudales, fueron custodiadas con especial
vigilancia: La administracion superior pudo fun–
cionar regularmente
á
los ochenta dias, por ha–
berse habilitado una sala para los acuerdos.
, La reedificacion de la ciudad
ftié
objeto de largas
discusiones. Pretendían algunos, que fuese tras–
ladada
á
otro sitio más seguro, donde no habia que
atender al costoso desemlüarazo de los escombros,
ni grava_rse las n ueva.s construcciones con el peso
de insoportables pensiones. Contradecíanlo los due–
ños de censos, entre los que se contaban principal–
mente los establecimientos de religion y de mise–
ricordia, los que, privados de. los acostumbrados
réditos, no sólo no podrian reparar sus quebrantos,
sino que carecerian de
~os
más indispensables medios
de subsistencia. Prevaleció este partido, que era el
más influyente,
y
que ademas apoyaba la reedifi–
cacion de los antiguos solares en las valiosas cons–
trucciones, que áun subsistían firmes totalmente
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por partes,
y
en las acequias
y
otras obras de utili–
dad pública, cuyo precio pasaba de muchos millo–
nes de pesos. En cuanto al pago de los censos; des-
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