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EL CONDE DE SUPERUNDA.
que se sacude el polvo. Sólo unos veinte y cinco
quedaron firmes entre 12.204 casas con puerta
á
la
calle, d-0s palacios , la Universidad", la Moneda, el
Cabildo, diez
y
seis colegios, treinta
y
seis conven–
ios, el santuario de Santa Rosa, dos casas de ejerci–
cios, las cárceles, numerosos establecimientos de
misericordia
y
unas setenta iglesias. El clamor de la
ciudad se elevaba por entre nubes de polvo. El llanto
alternaba con la repeticion de los temblores. La ater–
rada muchedumbre se esparció en las plazas, huertas
y campo, aspirando sólo
á
que el instable suelo don–
de se apoyaba, no fuese su tumba. Y_acian: entre los
escombros millares de personas, que heridas ó mu–
tiladas, exhalaban vanos gritos de socorro; no se
sabía el número de muertos, habiendo
doc~
entre
las carmelitas reformadas de Santa Teresa, que no
pasaban de veinte y una, y siendo pocas las vícti–
mas en otros grandes monasterios. La Providencia
salvó
á
ciegos mendigos
y
otros imposibilitados.. de
entre las paredes, que caian y estaban aplastando
á
hombres robustos.
·
El Callao quedó sepultado entre las olas con sus
edificios
y
más de 5.000 habitantes, salvándose de
éstos unos 100 y quedando en pié algunos retazos
de muralla. El mar, que salió
á
poco del terremo–
to, levantaba muy alto los cañones de bronce, no ,
colocados aún en las fortificaciones, y lanzó los bu–
ques hasta media legua de la playa , sepultando los
demas en sus ondas. Entr.e la alternativa de las tu-