EL CONDE DE UPERUNDA.
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pue de muchos alegatos y de várias resoluciones,
se acordó, que sólo se abon· ran por la parte subsis–
tente de los antiguos edificios
á
razon de 3 por 100
en los redimibles , y de 2 en los irredimibles , dis–
pensándose
a'l
mismo tiempo el pago de los dos·
primeros años. Aunque el Rey modificó despues este
acuerdo , estando avenidas las partes,
y
no recla–
mando ninguna, quedaron las cosas en el e tado
creado por él,
y
afianzado con el trascurso de diez
años.
La reedificacion se hizo con cierta lentitud, no sólo
por la falta de medios, sino porque ricos y pobres
se resistían
á
abandonar los asilos provisionales, le–
vantados en las plazas
y
en el campo, con pérdida
del capital invertido
y
con alquileres ménos có–
modos. El Gobierno hizo valer razones bien obvias
de policía para restituir la poblacion
á
su antigua
planta. Las fiestas re· les , que debian celebrarse por
el advenimiento del nuevo Monarca , apresuraron
el despejo de las pl zas y sólo se conservaron al–
gunos ranchos en Cocharcas, el cho y lo " aran–
jos. Se proyectó, que las casas fuesen de un sólo pi–
so; pero viendo en pié las que tenian alto , se toleró
levantarlos para mayor c·omodidad de
1
s familias ,
cuidando sólo de que fuesen de madera.
La reconstruccion de la catedral demandó tanta
consagracion , como sacrificios . Era necesario, ántes
de emprenderla, que se derribára la parte ruinosa ,
y
se sacáran los desmontes. Mas la obra de un si-