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EL MARQUÉS DE VILLAG.ARCÍ \.

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autoridades coloniales, excedía en mucho á los me–

dios con que pudiera ofenderlos. Se le supon_ia

ya

gozando del ascendiente de los antiguos soberanos,

adquiriendo prosélitos en Ja sierra, y ' llevando la

'

1

devastacion hasta las costas del vireinato. En el

Cuzco estuvieron con gran recelo, porque la su

ble~

'acion se había propagado á los neófitos de Calca

y Láres. En Tarma,

don.de

eran más de temer los

_ataques de los chunchos, se suspendió la mita,

y

para prevenirlos se dispusieron dos expediciones

á

la montaña. La primera de ellas, hecha con cierta

precipitacion, llegó hasta el pueblo de Enene sin

éxito alguno. La segunda, que contaba con tres

compañías de caballería y numerosos milicianos,

á

las órdenes del Corregidor, tampoco pudo empren–

der operaciones decisivas. Escapando fácilmente los

salvajes

á

todo ataque en regla en la inmensidad

del no transitado bosque'

y

dejándose ya sentir

cruelmente en las filas expedicionarias los estragos

del insalubre clima

y

de las privaciones, hubo de

emprenderse

~l

regreso á la

si~rra;

y

con poca ad–

vertencia militar, se construyó un fuertecillo,

á

instancia de los ·mü:ioneros, en el pueblo de Quimi–

ri, cuya defensa quedó confiada

á

unos sesenta hom–

bres,

á

las órdenes del capitan D. Fabricio Bartolí.

Como hubiera podido preverse fácilmente, la

débil fuerza, abandonada en la montaña, no tard6

en sucumbirá la triple accion del hambre, dolen–

cias y flechas enemigas. Agotados y , corrompidos