EL MARQUÉS
DE
VILLAG4ROÍA.
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cortó con sus corteses insinuaciones el altercado,
que, por desconocer las regalías, hubiese podido
ocurrir con el
~uevo
Arzobispo; serenó con pru–
dentes influencias
á
las monjas de Santa Clara, ·que
estaban inquietas por lá no justificada suspension
·de su abadesa;
y
hasta en los ruidosos capítulos de
los frailes hizo reinar la paz, exhortándolos á la
concordia, moderando amistosamente la violencia
de los prelados, interponiendo en las nacientes di–
sensiones los buenos oficios de juiciosos eclesiásti–
cos
y
dejando la más completa independencia en
las elecciones.
La Universidad, que debia ser un manantial pe–
renne de ilustracion , se había convertido en un
.instituto de puras exhibiciones literarias, sin nin–
gun estudio serio. Por falta de lecciones y por sus
numerosas cátedras, se contaban mé,s profesores,
que disc pulos, y más doctores, que estudiantes. Los
grados académicos, únicamente estimables como
seguros títulos de ciencia, se daban por indulto
á
caballeros sin instruccion alguna, quienes los soli–
citaban
á
todo costo, á trueque de .realzar la casa–
ca con la borla de doctor,
y
sobre todo, para con–
seguir el rectorado
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fomar parte en las votacio–
ne . L indulgencia del claustro se llevaba más
léjos, oonce.diendo á
perso:c.assin letras los gr_ados,
ha~ta
con dispensa de derechos. Despues de envile–
cer así las distinciones universitarias, recaia el
nombramiento de catedráticos, con agravio de los