EL
M4RQUÉS DE.
YILL~GARCÍ.A:.
6'5,
de trascendeiílCia. Por desgraciª, el valor del fondo
está como perdido en .una fraseologia afectada
y
no siempre inteligible. Esos defectos de estilo eran
inevitables en un período de
transic~on,
en que to–
das las ideas estaban vacilantes,
y
corrían parejas
el mal gusto y la eruqicion indigesta. Los sermo–
nes con que fué celebrada la canonizacion de San
Rrancisco Solano, aunque habían sido encargados
á
los oradores de más nota, presentan, entre algu–
nos bellos pensamientos, tales
y
tantos despropósi–
tos
y
aberraciones de lenguaje, 'que podrían pasar–
por bu:rlescos dechados de elocuencia. Era el buen
ti.empo de los.Fray-Gerundios, así en la metrópoli,
como en las colonias.
CAPÍTULO VIII.
DON JUAN ANTONIO MENDOZA, MARQUÉS DE VILLAGAROÍA.
1736 - 1745.
La lucha, así entre la barbarie y la ' cultura,
-como entre la reaccion y el progreso, continuó, bajo
las formas más variadas,, en el gobierno del Marqués
de Villagarcía, bastante activo
á
má:; de 68 año ,
benévolo y celoso del servicio público, pero ancia–
no
á
qui~n,
ni la ilu tracion, ni la edad permitían
influir poderosamente en el curso, ya bastante rá- .
pido, de los acontecimientos .
•
Fué de grandes consecuencias para el Perú
fa.
:)