EL MARQUÉS DE CASTEL-FUERTE.
53.
tencfon merecida,
y
áun 1·eprendido del Soberane>
por su mal aconsejado viaje, no por eso dejó de dar
contíuua ocupacion
ai
Gobierno con la irregulari–
dad de sus procedimientos. Creyendo, que su dig–
nidad le hacia
~uperior
á las leyes,
y
arrogándose
l)Iila'
extraña supremacía en asuntos civiles y ecle–
siásticos, en todo s·e mezclaba,
y
daba con sus de–
masías motivos de queja á los corregidores
y
parti–
culares,
á
los alcaldes
y
regimiento de Guamanga,.
á
los curas, canónigos
y
cabildo eclesiástico;· dis-:–
putaba
las
fiestas
y
ceremonial establecidos; sus–
p:endia, multaba
y
aprisionaba por despecho
á
los
eclesiásticos; maltrataba
y
excomulgaba
á
los al–
caldes; puso entredicho, porque no querían soltar al
du~ño
de una pulpería pegada á la casa episcopal,.
como si la taberna fuese un lugar sagrado ; en vez
de dar c'olacion al cura nombrado para Luricocha,
le encarceló en un lugar indecente por una acusa–
cion frí ·ola, le excomulgó sin fundamento serio,
y
para hacerle respetar el nombramiento, fué necesa–
rio proceder
á
la retencion de temporalidades; pena
que alcanzaba al Obispo del Cuzco, complicado en
aquella resistencia.
Otro~
hechos irregulares ?bli–
garon á repetir las providencias de ruego
y
encar–
go. que al fin se veía obligado
á
obPidecer, no sin
denostar gravemente á los encargados de comuni–
cárselas.
Los obispos, que, por la debilidad creciente del
Gobierno, se habian ido sobreponiendo á las traba