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EL MARQUÉS DE CASTEL-FUERTE.
del patronato, no ·podian sobrellevar on paciencia
verlas de nuevo en ejercicio. Las controversias ·por
· el ceremonial tenian que ser muy frecuentes entre
las diversas autoridades coloniales, cuyo poder vi–
via de puras apariencias;
y
no debian ser ménos
frecuentes ni ménos ruidosas las de jurisdiccion,
siendo tantos los tribunales privilegiados,
y
tan
vivo en todos ellos el deseo de extender sus influen–
cias, favores
y
goces.
Disputóse con calor sobre honores y competencia
entre corporaciones civiles y eclesiástica"', y entre
las autoridades de un mismo órden , .siendo las dis–
putas más largas
y
ruidosas aquéllas en que se mez–
claba la Inquisicion, la cual aspiraba en todo la
supremacía, aunque sus límites estuviesen deter–
minados en muchos casos por las leyes
y
por la
práctica. Sus comisarios quisieron excolmugar
á
los alcaldes. El cura de Quiquijana, que ejercia
aquel cargo, excomulgado por celebrar en una ca–
pilla sin licencia, volvió las
~ensuras
contra sus
jueces,
y
perseguido
á
mano armada por las auto–
rídades del obispado, insi tia en sus pretensiones.
El tribunal de la Fe aspiraba usar de regalías
re er ada.3 al primer magistrado, aunque desde el
tiempo de Palata le habian sido negada·· ensan–
chaba los fueros concedido á sus miembros,
y
se
arrogaba el indebido conocimiento de las causas.
us exageradas pretensiones fueron contenidas, ya
por cédulas reales a por autorizadas providencias