EL MARQUÉS DE
CASTEL-FUER.TE~
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-0larára al Virey incurso en las céiisilras canón:foas..
Siguióse la informacion ;
y
el proQeso, hecho sin
citacion alguna, se remitió
á
S.M.,
manifestándole
no haberse declarada la excomuni0n incurrida, ·por
deferencia á la representacion régia del culpable.
El Rey aprobó todo lo hecho por su representante
y
ordenó la destitu.cion del Comisario general, la re•
prension del Cabildo por el nuevo arzobispo Escan–
-don
1
el perpétuo silencio de lo actuado
y
la remi–
sion
á
España de uno
ó
dos canónigos, que habian
sido autores del inccmsulto juicio.
Antes de
v~rse
tan autorizado'con la real aproba–
cion, habia hecho el Marqués respetar su autoridad
de ·las personas, que ménos dispuestas estaban
á
re–
conocer superioridad alguna. Los nobles, que todó
se lo creian ¡>ermitido,
y
cuyas casas eran para los
criminales un sagrado tan inviolable, como el de
los templos, dejaron de resi ·tir el cumplimiento de
la justicia; desde que vieron
á
un personaje de la
clase elevada morir en el de tierro· porque su es–
posa resistió con insolencia la ntrega de un reo.
Las monjas de la Encarnacion habian dividido
sus votos para abadesa ntre dos madres igualmen–
te dignas de veneracion : la madre Nieves y la ma–
dre Cueva, reelegida la primera por la mayoría,
y
votada la segunda por el menor número, que tenía
por nula la reeleccion, segun lo dispuesto en las
constituciones de aquel mona terio.
Así
lo creyó
tambien el arzobispo Morcillo · mas la decision del