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EL MARQUÉS DE

CASTEL-FUER.TE

~

t9

-0larára al Virey incurso en las céiisilras canón:foas..

Siguióse la informacion ;

y

el proQeso, hecho sin

citacion alguna, se remitió

á

S.M.,

manifestándole

no haberse declarada la excomuni0n incurrida, ·por

deferencia á la representacion régia del culpable.

El Rey aprobó todo lo hecho por su representante

y

ordenó la destitu.cion del Comisario general, la re•

prension del Cabildo por el nuevo arzobispo Escan–

-don

1

el perpétuo silencio de lo actuado

y

la remi–

sion

á

España de uno

ó

dos canónigos, que habian

sido autores del inccmsulto juicio.

Antes de

v~rse

tan autorizado'con la real aproba–

cion, habia hecho el Marqués respetar su autoridad

de ·las personas, que ménos dispuestas estaban

á

re–

conocer superioridad alguna. Los nobles, que todó

se lo creian ¡>ermitido,

y

cuyas casas eran para los

criminales un sagrado tan inviolable, como el de

los templos, dejaron de resi ·tir el cumplimiento de

la justicia; desde que vieron

á

un personaje de la

clase elevada morir en el de tierro· porque su es–

posa resistió con insolencia la ntrega de un reo.

Las monjas de la Encarnacion habian dividido

sus votos para abadesa ntre dos madres igualmen–

te dignas de veneracion : la madre Nieves y la ma–

dre Cueva, reelegida la primera por la mayoría,

y

votada la segunda por el menor número, que tenía

por nula la reeleccion, segun lo dispuesto en las

constituciones de aquel mona terio.

Así

lo creyó

tambien el arzobispo Morcillo · mas la decision del