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EL MARQUÉS DE C ... '\STEL-FUERTE.
Los alborotos
~el
Paraguay, en que el prestigio
del Virey-Arzobispo habia saEdo tan mal parado;
el nombre de
comuneros,
tomado por aquellos ve–
cinos, con suma alarma de los absolutistas, y el pe–
ligro que corria el poder colonial, si el ejemplo de
aquella especie de república tentaba
á
otras pro–
vincias con iguales medi0s para resistir á manda–
tarios odiosos, habrían bastado para excitar el celo
del nuevo Virey. aunque los irritados jesuitas no
hubieran cuidado de estimularlo por todos medios.
Sin pérdida de tiempo en.cargó
á
D.
Bruno Zavala,
gobernador de Buenos-Aires, la pacifica'cion del
Paraguay. autorizándole
á
ponerlo bajo las órde–
nes de una persona de su confianza. El cabildo de la
Asuncion se mostró dispuesto á.obedecer sin.necesi–
dad de que
á
ello se le obligára con las armas. An–
tequera hubo de salir fugitivo , y no dando oidos
á
los amigos, que, le aconsejaban refugiarse en el
Brasil, partió para el alto Perú, donde aguardaba
ser protegido por sus co:mpañeros de Audiencia,
y
hacer valer, así la fuerza irresistible de los aconte–
cimientos, como los poderosos motivos de desobe–
diencia. Pero, dóciles
á
las órdenes del enérgico
Marqués de Casteldoscius, le prendieron los oido–
res de Charcas ,
y
preso llegó
á
Lima por Abril
de 1726.
En dicho mes expedía el Rey una cédula contra
los reos del Paraguay, que era al mismo tiempo
-una comision al Virey para juzgar
á
Antequera,