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EL

~ARQUÉS

DE OA.STEL-FUERTE.

salido

á

la galería de palacio al estruendo de

.las

de~cargas

y

vo~es,

vió adelantarse por la calle del

Arzobispo gran tropel de gente mezclada con el

Guardian

y

la comunidad de San Francisco ; no

vaciló en montar -á caballó,

y

bajó

á

la plaza, expo–

niéndose

á

la granizada de piedras de que no salió

ileso el general del Callao. Una carga de la tropa,

en la que murió un negro; contuvo

á

los <}_ue se

avanzaban; la presenGia del acatado Virey impuso

un maravilloso silencio

á

las voces tumultuosas,

y

todos quedaron petrificados viendo sacar al suplicio

al segundo 'reo, ser degollado, por.que el verdugo,

olvidado de los cordeles, no pudo darle garrote,

y

la ensangrentada cabeza, levantada en alto, como

trofeo de la justicia satisfecha.

La indignaeion popular se exhai6

y

perpetuó en

vehementes sátiras contra el Virey,

~l

que se pro–

digaron toda suerte de improperios; contra los jue–

ces, que no habían sabido sobreponerse á las exi–

gencias del Gobierno,

y

contra los jesuitas, consi-

derados como los más culpables,"

y

que desde entón-

··

ces perdieron mucho de su arédito. El Comisario

general de San Francisco ,

á

quien el Marqués de

Casteldosrius se babia dirigido pidiéndole el en-

juiciamiento de fos religiosos tumultuantes, le con–

testó, increpando el trágico fin de los muertos,

como horrible

y .

premeditada crueldad;

y

en se–

guida pidió al Cabildo, que gobernaba en sede va–

cante, recibiera informacion de los sucesos

y

de-