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EL ARZOBISPO DE LIMA.

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do las demasías de las autoridades. Los vecinos de

la Asuncion estaban, de muy atras, indignados

contra los jesuitas de la provincia, que les hacian

una desigual concurrencia en el tráfico y áun en

las provisiones, con los recursos, abundante y fácil–

mente obtenidos en su floreciente república de re–

cien convertidos guaranis. Acusábanlos de ser cu–

ras

y

comerciantes; súbditos en el nombre y sobe–

ranos absolutos de

hecho~

de unir la vida militar al

hábito religioso, de ostentar el orgullo de la domi–

nacion bajo la máscara de la humildad, de susti–

tuir

fa

política mundana

á

las inspiraciones del

Evangelio, y de sacrificar con sus calumnias y po–

derosa influencia

á

cuantos obispos y gober'nadores

intentaban oponerse

á

su exclusivo engrandeci–

miento. No pudieron sufrir, que D. Diego Reyes,

casado con una sobrina del Provincial de la Com–

pañía,

y

elevado, sin mérito, de simple alcalde al

gobierno de Paraguay , débil de carácter y escaso

de inteligencia, fuese el dócil instrumento de sus

detestados protectores. Un regidor de aquella capi–

tal denunciq al desacordado Gobernador, afianzan-..

do la calumnia con ocho mil pesos. La Audiencia

de Charcas, no pudiendo desoir una

acu~acion

gra–

vísima, nombró juez pesquisador al acreditado

fis~

ool protector D. José Antequera, y le autorizó

á

r.easumir el gobierno en el caso de que hubiera mo..

tivos suficientes para deponer al pesquisado. ·

Llegado

á

la Asuncion , desplegó Antequera