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.(

EL .ARZOBISPO DE LIMA.

37

de siete reales, cuando el de los forzados valía la

mitad; y, . en fin, que su suerte sería más lamenta–

ble, que la de los mitayos. Obligados

á

entregarse á

los mineros, que les suplian algun dinero, les q;ue–

daban tan sujetos, ·que, segun un dicho comun,

estaban comprados por su acreedor, sufriendo así

por el empeño una perpétua servidumbre. Conve–

nía, por lo

tan~o,

en su opinion, conservar la mita,

que se elevó

á

450 plazas efectivas, prohibiendo el

trabajo por tareas y toda especie de vejaciones.

Construyóse ·una cárcel para que, segun la volun–

tad régia, tomasen parte en aquellas labores los

condenados

á

1

trabajos forzados. En cuanto al ,pre–

cio de los azogues, no se hizo innovacion, porque

lo's mineros se

mos~raron

resueltos á abandonar la

explotacion, ántes que vender el quintal al de 40

· pesos, que no les costeaba. La hacienda recibió, sin

.embargo, algun alivio, porque se moderaron los

gastos generales de reparacion, los que siempre re–

caían sobre ella. Se calculó, que el beneficio medio

debia reducirse al.año á 3.500 quintales, extrayén–

dose 70.000 cargas de metal, á razon de 1.300 car- ·

gas por semana ' entrando al trabajo 80 piqueros de

dia y otros tantos de

n~che.

Mas estos cálculos, y

las précauciones, que para ponerlos en práctica se

tomaron, debian salir mal, como salen los de toda

la administracion pública, en cuya malversacion se

empeñan poderosos intereses particulares, cuya

r~s­

ponsabilidad es ilusoria.