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~L

MARQUÉS DE

CASTEL~F~ERTE.

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del Virey,

y

se prohibió, que eligiese entre los cu–

ras sus comisarios.

Aun despues de contenido en sus aspiraciones, no

podia el Santo Oficio perder su incomparable pres–

tigio, en tanto que la exaltacion religiosa le consi-·

derára como el principal defensor de la causa de ,

Dios, ofendido por judíos, incrédulos, blasfemos

6

criminales supersticiosos. Léjos de debilitarse esta

creencia, el público presenció con satisfaccion,

y

el

inteligente Peralta refirió en esmerado estilo, un

· auto de fe celebrado en 1731, en el que felizmente

no hubo ningun sentenciado

á

la hoguera, sino al–

gunas personas oscuras azotadas, afrentadas

6

su-

jetas

á

m~nores

penas, como reos de bJ;"ujerías, ter–

cería

ú

otras liviandades. Poco ,despues se hizo una

exhibicion burlesca de estos castigos en los lucidos

fuegos y otras pomposas fiestas con que fué cele–

brada la canonizacion de San Francisco Solano.

La piedad se ostentó tambien al celebrarse la fun–

dacion solemne de las Nazarenas y del

~onvento

de la Buena Muerte, viendo con gran interes la

consagracion de un instituto destinado

á

auxiliar

moribundos, y de un monasterio, cuyos principios

databan del siglo xvn: Las calamidades públicas

venían de tiempo en tiempo

á

sobreexcitar el fervor

religioso. En

6

de Enero

d~

1725 se desplomó un

cerro de Ancachs y

~n

tre los derrumbes perecieron

mil quinientas personas. Un terremoto del mismo

.año causó en Lima notables ruinas. El acaecido

e~

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