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EL MARQUÉS DE CASTEL-FUERTE.

jutor de la Compañía, que les suministraba los efec–

tos para el repartimiento forzoso;

y

el de Cotobam–

bas, aunque habia buscado su salvacion en el sa:–

grado del templo. De los asesinos del último, diez

expiaron el crímen en el patíbulo,

y

diez

y

seis,'

ménos culpados, en la

c~rcel

de Huancavelica. Un

alcalde indio, que por propia autoridad habia im–

puesto la pena capital

á

uno de los culpados en los

asesinatos de Castrovireina, recibió la plena apro–

bacion

y

las gracias del Virey. Mas las justas que–

jas, que se pretenden ahogar·en sangre, se cambian

en rencor profundo,

y

al fin degeneran en luchas

de exterminio.

'

En Cochabamba hubo tambien una sangrienta

sedicion, _provocada por el temor

á

las exacciones.

El Virey habia ordenado una nueva revisita de tri–

butos,

y

para que ningun tributario pudiera exi–

mirse del pago con la

fals~

excusa de ser mestizo,

obligaba

á

comprobar este orígen

á

cuantos para

su exencion lo alegáran. La necesidad de estas

pruebas podia dar lugar

á

grandes abusos;

y

los

numerosos mestizos de Cochabamba., acaudillados

por .un platero, llamado Alejo Calatayud, se alzaron

para resi tir al revisitador, que, segun se asegura–

ba, queria empadronarlos

á

todos,

y

no redimirlos

del tributo sino por dinero. El juez declaró, que no

intentaba agraviarlos;

y

cuarenta españoles de lo

más florido de la villa se propusieron temerariamen–

te

reprim~r

los ataques con que amenazaban

á

sus ca-