EL
MARQUÉS. DE CASTEL-FUERTE.
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lamentable disminucion que estaban sufriendo és-·
tos. Para que la excesiva mortandad de los que ba..
jaban
á
Lima cesase, puso el Virey singular empe–
ño en la mejora del· hospital de Santa Ana, <!
J.Ue,
destinado
á
asistirlos en las enfermedades, se habia
convertido en su tumba. No
po~ian
ménos de su–
cumbir los más que ·allí entraban, porque algunas
alas estaban
á
descubierto, solían echarse dos do–
lientes en uria sola cama.,
y
faltaban la limpieza,
los remedio ,
y
á
veces, hasta el indispensable sus–
tento. Como medida radical e entregó el hospital
á
los Beletmitas, muy acreditados en otras casas,
y
en efecto, pronto se notaron importantes reformas;
pero, por repugnancia de los religiosos,
y
por las
reclamaciones de la hermandad, que estaba en po-
esion de administrarlo, volvió en breve aquel asilo
al anterior gobierno, si bien no llegó
á
recaer en su
tristísimo estado.
La plaba contínua ele lo indio
guian siendo
lo corregidores con sus desapiadadas e
ac~iones.
La entereza del Virey moderó las de algunos; el dic–
támen dé la Audiencia, que aplazaba el castigo de
varios acusados para el plazo tardío de la residen–
cia, los alentó
á
mayores excesos; la servil sumi–
. ion de los indios parecía provocarlos. Sin embar–
go, ya empezaban los oprimidos
á
querer salir de ·
su desesperante situacion, matando
á
sus tiranos.
Entre otros corregidores, fueron muertos por los
agraviados el de Castrovireina, junto con el coad-