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EL PRÍNCIPE DE SANTO BONO.
montaña. Los misioneros de Chanchamayo fueron
singularmente au-¡.iliados con el refuerzo de doce
religiosos
y
con la asignacion anual de seis mil
pesos. Aquellos varones apostólicos, entre los que
descollaba el venerable fundador del cólegio de
Ocopa, Fr. Francisco de San José, merecian cier–
tamente los favores del poder
y
las bendiciones de
los pueblos. Ardiendo en deseos de salvar las al–
mas,
inacc~sibles
al temor
y
á
la fatiga , se creian
sostenidos por la mano del Todopoderoso. que con
tanto esplendor aparece en la
maje~tad
de las sel:–
vas; no retrocedían ni ante el terrible espectáculo
del martirio, ni ante los obstáculos, siempre r epa–
cientes, de soledades , contrarias al hombre civi–
lizado; ni áun les infundían pavor los mistériosos
sonidos del nunca hollado bgsque , que, en su e al–
tacion religiosa, confundian
á
veces con el ruido in–
fernal de los demoniós ,
enfurecid.oscontra los mi–
mistros del Evangelio. Envalentonados con la fe,
marchaban adelante , reconociendo un auxilio o–
brenatural en cada g ran dificultad vencida . Esta
elevada creencia , que alentaba sus esperanzas, les
hacia realizar de contínuo
1
entre aquellos milagros
de veget acion intertropical , milag ros de con tan–
cia. Así 10
0
raban dominar la t itánica fiereza de una
naturaleza primitiva , amansar á salvaj es n o ménos
feroces , que los monstruos del bosque , cubrir de be–
llas
y
vivificantes plantaciones suelos enmaraña–
do
é
infecto y dej· r libre parQ. el cultivo y trá-