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hL PRÍNCIPE DE SANTO BONO.
mento, hecho la víspera del suicidio, en el que de–
jaba su alma al diablo, si conseguía dar muerte
á
su
mujer y á un fraile con quien vivía amancebada.
Cinco días despues fueron hallados en un callejon
los cadáveres corrampidos de la adúltera y de su
cómplice.
El Virey no podia preocuparse mucho de tales
crímenes y desgracias, teniendo, que contraer su
/"
atencion al exterminio del tráfico ilícito, asunto
espechlmente recomendado por la córte. Con tal
objeto se enviaron ·al Pacífico tres buques
d~
guer–
ra, los primeros de su género, que 'la metrópoli di–
rigía á tan remotas aguas. Aunque sólo atravesa–
ron el cabo de Hornos los llamados
Sober·ano
y
R u –
bí,
hicieron ricas presas con la captura de cinco
naves
m~rcantes
holandesas ; pero ni el Príncipe
supo que hacer_de ellas, careciendo de recursos para
sostener una numerosa e cuadra, ni pudieron cer–
rarse las puertas al contrabando. Las mercancías
prohibidas entraban de todos la.dos: por Buenos-.
Aires traidas en los navíos de permiso, que
á
tan im–
portante y aislada plaza no podía ménos de conceder
el Gobierno,
y
luégo internadas al alto Perú
y
al
reino de Chile por vastos despoblados; más fácil–
mente por el cabo de Hornos, defendidas por la in–
mensidad del Océano; del lado de Cartageria, si–
guiendo la larga via del Magdalena, interibr de.
Nueva Granada y presidencia de Quito; con las arri–
badas permitidas al traves del istmo de Panamá ;