EL PRÍNCIPE DE
SANTO ·BONO.
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ae refugi6, el 16
~de
Junio de 1716 , en el convento
de los Descalzos,
y
creyéndose seguro en aquel asi–
lo, no tuvo recelo de que por sus relaciones con la
calle se descubriese su residencia; pero, una vez des–
cubierta,
fué
extraido p0r órden de los alcaldes or-
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•
dinarios, aunque. llegó
á
asirse de un crucifijo,
y
no pudo impedirse su fin trágico con la proteccion
decidida de la autoridad
eclesiásti~a.
En vano puso
entredicho el Provisor
á
nombre de la inmunidad
violada; en vano fulminó excomunion contra los
alcaldes,
y
mand6 que todos los templos tocasen
plegarias, sabiendo que el reo iba
á
ser torturado.
Ni la sentencia lanzada, ni el melancólico clamo–
reo de las campanas, pudieron libertarle de sufrir
el 21 de Junio las angustias del tormento,
á
que
sucumbió pocas horas despues. Conforme al dictá–
men de religiosos
y
clérigos respetables, alzó el
cabildo eclesiástico el entredicho
y
las censuras. La
justicia ordinaria, que en el siglo anterior,
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no se
habria atrevido ·á arrostrar la indignacion del cle–
ro,
6
habria expiado su osado proceder en las cárce–
les de la Inquisicion, sólo fué penada, cuatro años
despues, por
céd~la r~al,
con privaCion de oficios
y
multa de mil pesos
á
los alcaldes,
y
de quinientos
á
su asesor.
Otra trage_dia horrible impresion6 por entónces
profundamente
á
la piadosa ciudad de los Reyes.
Encontróse ahorcado de una ventana
á
un infeliz
chileno, ·
y
en su habitacion una especie de testa-