Table of Contents Table of Contents
Previous Page  32 / 418 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 32 / 418 Next Page
Page Background

22

EL OBI PO DE QUITO.

dian le arrojó de aquel asilo, adonde se acercaba

y~

la policía. Al recorrer las calles despavorido, un

escribano, que le reconoció, gritó: «Ahí va el la–

dron de las santas formq.s

»;

un carpintero le dió

una fuerte cuchillada,

y

le hubiera muerto de una–

segunda, si no exclamára el escribano : «¿Qué

hace V. , que somos perdidos? Con su muerte no se

remedia el que manifieste el lugar donde tiene es–

condido

á

nuestro Amo.

»

La apiñada, cuanto

fu–

riosa muchedumbre le habria despedazado, no obs–

tante las exhortaciones contrarias, si el botjcario de

la Caridad no le hubiera lanzado de un eJ?pujon en

la cárcel del Santo Oficio, de donde fué trasladado

á

la de Córte por órden de la Audiencia.

Por la confesion del J:eo se pudo encontrar el co–

pon, que babia dejado en San Francisco, jlilnto al

Santo Cristo de la Escalera; mas este hallazgo no

disipó la tristeza pública,

porqu~

sólo habia allí una

forma, cuando las sustraídas pasaban de ciento cin–

cuenta. Él

pretendí~

haber arrojarlo· las demas al

rio; de sus contradictorias declaraciones se dedujo ,

que debían estar en otro lugar,

y

á

fuerza de inti–

midaciones, lleg.ó

á

confesar, que las habia enterrado

en la alameda, al pié de

u~

naranjo. Conducido allá

con buena guardia, no acertaba

á

precisar el sitio,

cuando éste fué señalado por un esclavo zambito de

siete

á

ocho años,

á

quien había tirado piedras para

que no viera lo que es'taba ocultando junto

á

aquel

árbol.