EL
OBI .PO
DE
QUITO.
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sin el oportuno refuerzo del valeroso guerrillero don
Tomas Vallejo, que era limeño. Otros peruanos se–
guian prestando
á
la misma causa servicios emi–
nentes, distinguiéndose
~ntre
ellos el Marqués de
Casafuerte, que fué virey de Méjico,
y
el de Val–
decañas, que. despues de gloriosos hechos de armas
gobernó con crédito el reino de Valencia.
El Obispo-Virey, sin olvidar los negocios políti–
cos, mostraba la mayor solicitud por los objetos del
culto. Los nacientes monasterios de Santa Rosa
y
Jesus María le debieron especial proteccion; fundó
misas para algunos santos, y su piedad brilló de
un modo singular al encontrarse las hostias consa–
gradas, que una mano sacrílega había sustraído del
sagrario, junto con el copon. , en la noche del 29 de
Enero de 1711.
En la mañaña del 31
fué
descubierto el atentado
tratándose de administrar el viático á un enfermo
de la parroquia;
y
la infausta noticia, esparciéh–
dose luégo por toda la ciudad, llevó el luto á todos
los corazones. El altar mayor, las torres y la porta–
da de la catedral se cub_rieron con telas negras; las
campanas de todas las iglesias tañian sin cesar tris–
tísimas plegarias ; las funciones religiosas no fue–
ron animadas con las armonías del órgano. Habien–
do recaído vehementes sospechas sobre el sacrílego,
que era un hijo natural del Conde de Cartago, co–
nocido por sus raterías
y
amor desenfrenado al jue–
go, trató de ocultarse en San Francisco , cuyo guar-