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EL
MARQUÉS DE C.!.STELDO RIU .
presentar en aquella solemnidad un drama llamado
Perseo,
que él mismo habia.compuesto. Todos los
lúnes reunia en palacio una academia de literatos,
en la que se celebraban ciertos certámenes poéticos,
improvisando composiciones de todo género,
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lu–
chando anticipadamente con las mayores dificulta–
des del metro. Como lo que se buscaba de preferen-
'
cia era el dudoso mérito de los obstáculos vencidos,
no abundaba en esas justas la poesía
d,e
la mejor ley;
sin embargo, todavía se conservan manuscritas
al–
gunas inspiraciones felices, y entre otros hombres
de no vulgar ingenio , descollaba en la acad mia
'poética el enciclopédico
D.
Pedro Peralta, que, por
su prodi
0
iosa capacidad, care ia de rivales ·litera–
rios en los dilatados términos de la mon rquía esp •
ñola. La córt de Madrid hacia una singul r distin–
cion
á
D.
Lorenzo de lá Llamo
as .
otro sabio
pe–
ruano, quien nombró ayo del ríncipe de Astú–
ria .
Si la culta Lima se complacía en las ocupaciones
literarias del Virey, no faltaban espíritu e ros,
que veían con dis usto convertido en teatro el pa–
la io del Gobierno· al mi mo tiempo el rumor pú–
blico acusaba al Marqués de no re petar 1 costum–
bre · , ni mucho méno lo interese del ireinato.
Con mengua de su alta dignidad, ejercía un repro–
bado comercio ; se un añadían los murmuradores,
iba
á
la parte en lo contrabando , y e peculaba con
t
dos los ramo de la administracion. Lle ado el des-