EL MARQUÉS DE CASTELDOSRIUS.
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~rédito
á
su último punto, no dudó
fa.
Audiencia
.acoger las quejas de los descontentos; el tribunal del
consulado, resentido de que se hubieran anulado los
nombramientos de prior
y
cónsul, y exasperado por
la prision de un benemérito contador, esforzó las
acusaciones, que fueron apoyadas por muchos co–
merciantes; el almirante frances, que no podia so–
brellevar en silencio el perjuicio irrogado
á
sus com–
patriotas por tan podero o concurrente, elevó la de–
nuncia hasta el trono; para que la pérdida del
acusado fuese más cierta, se retardó el envío de su
.correspondencia oficial, se interceptaron las cartas
particulares que pudieran favorecerle, y sólo se
dió curso á las que podian comprobar
ó
agravar lo
cargos. De esa manera, siendo objeto de enormes
qw~jas,
que nadie desmentia ni atenuaba, fué de–
puesto sin ser oido, ántes de haberse cumplido do
años de su llegada al Perú; por fortuna suya, tenía
en la córte un ángel ele guardia en su hija doña Ca–
talina, que era dama de la Reina
y
con solicitud
fi–
lial supo hacer valer en su descargo la adhesion an–
tigua y los servicios
r~cientes
del Marqués
á
Fe–
lipe V, las jo
y
as empeñadas por él en Lima para re–
mitirle fondos, la pérdida de un hijo, muerto en de–
fensa del Monarca, y
o~ros
inapreciables sacrificios
hechos por la familia de Seinanat en la guerra de Ca–
taluiia. No
fué
difícil debilitar la acusacion, porque
el ódio, ciego, como de costumbre, había mezclado
lo cierto con lo dudoso, lo probable con lo verosímil
~