LA AUDIENCIA.
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El despacho ·de los galeones urgia tanto más,.
cuanto que su demora traia grandes gastos, perj11-
dicaba á los cargadores de España
y
dañaba espe–
cialmente al influyente comercio de Sevilla. Soli–
citado el consulado de Lima para que activase la
expedicion de los caudales, contestó que era impo–
sible su 'salida para el istmo, empleándose todos en
el más lucrativo
y
expedito comercio con los navíos
franceses que llegaban de contínuo á los pu0rtos
del Pacífico. Miéntrél;S ese estado de cosas no cambiá–
ra, la imposibilidad alegada era evidente, como lo
era tambien el desfalco casi completo de la Hacíen–
da por la defraudacion de los quintos. No había,
pues, otro remedio para ambos males que la eficaz
persecucion del tráfico ilícito.
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Para combatirlo con
más éxito, reprodujo la Audiencia las prohibiciones
legales, reforzándolas con várias penas. Mas los co–
merciantes franceses, seguros de la impunidad, se
presentaron osadamente en los principales puertos.
Uno de ellos se detuvo en el Callao, despreciando
toda suerte de providencias; para traficar más á las
anchas, se
fué
á
Chancay; y hostigado allí, volvió
al puerto de la capitaL Otros tres buques se esta–
cionaron en Pisco , adonde acudieron á surtirse los
comerciantes de Lima. Para atajar la escandalosa
cemtravencion, se prohibió la salida de personas
y
caudales sin permiso del Gobierno,
y
se pusieron
guardias en el tránsito de Pjsco á Lima, con jefes
de confianza. Los corregidores de las provincias'
y