· EL CONDE DE LA MONCLOVA.
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Rey guardar las mayores deferencias
á
los vasallQs
<le Luis XIV,
y
la necesidad imponia toda suerte de
miramientos
á
poderosos aliados, que constituían la
principal base de la defensa marítima. Difícil era
.conciliar tales atenciones con prohibiciones tan ri–
gorosas, que, por otra parte, no podían tener cum–
plido efecto, por la necesidad de hallar en el
trá~co
prohibido los recursos acostumbrados del paraliza–
do movimiento de los galeones,
y
por el interes,
que los pueblos reconocieron en la compra de efec–
tos mejores
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más baratos. Atraídos por el cebo de
las grandes ganancias de los primeros, que se aven–
turaron á comerciar en el Pacífico , no tardaron en
.arribar
á
los principales desemñarcaderos buques
franceses, henchidos de toda suerte de géner0s eu_–
ropeos. Sin sujecion
á
impuestos, ni restricciones,
traficaban con Chile por casi todos sus puertos, con
el alto Perú por Arica, con Moquegua por Ilo , con
Arequipa por
Arant~,
y
con la parte central del
vireinato por Pisco
y.
los demas embarcaderos pró–
ximos á Lima. Los comerciantes de la colonia ha–
llaban en este contrabando la doble ventqja de sur–
tirse
á
más bajo precio
y
·de vender. más caras las
piñas, que no habían sujetado al pago del quinto.
Su~
ganancias se acrecieron por la concurrencia, .
que llegaron
a
hacerse los comerciantes franceses,
quienes, habiendo sobrecargado sus buques de efec–
tos, se apuraban
á
expenderlqs
áun
ccm evidentes
pérdidas. Los pueblos no sólo aprovechaban de ·
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