D. JOSÉ ABA.SOAL.
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.Lima estuvo muy inquieta. Abascal, que se.
vei~
-0asi desprovisto de fueri
S',
entretuvo hábilmente
la expectacion púb_lica, a apoyándose en el resta–
blecimiento de Fernando VII, ya obteniendo del
-venerado Arzobispo una pastoral en favor de la au–
toridad régia, o,cupando á la gente frívola con las
diversiones habituales,
é
inspirando
á
los demas
-serios recelos de que los alzados, trayendo consigo
de 7 .000
á
8.000 esclavos de la costa, repitieran en ,
la benigna capital los horrores de la Paz. En el
.campamento mismo de Pezuela pudo ocurrir una
.sublevacion formidable; porque la mayor parte de·
los jefes
y
soldados tenian sus parientes
y
amigos
entre los cuzqueños,
y
el valiente coronel de dra–
gones, D. Saturnino Castro, queria poner todo
aquel ejército á disposicion del argentino.
Un plan tan vasto
y
coronado con sucesos tan
rápidos, hubo de fracasar por toda
especi~
de con–
trastes. Descubierto
Ca~tro
la víspera de su pronun–
eiamiento,
y
teniendo que precipitarlo por haberse
librado eQntra él la órden de arresto,
fué
preso por
los mismos oficiales
á
quienes intentaba atraer,
y
su–
frió la sentencia de muerte,_ejecutada por la tropa con
que contaba. Ésta manifestó vivos deseos de mar–
char contra sus paisanos, comprometidos en larevo–
lucion;y p'-trnsta
á
las órdenes del valeroso, cuanto se–
veroRamirez, precipitó sumarchaálaPaz', que yaha–
biacaido en poder de los contrarios, pero que él ocu–
pó
á
fines de Octubre, despues de haberlos derrotado