D. JOSÉ
ABASCAL.
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regular posicion, 40 piezas de artillería
y
un0s
20.000 hombres; pero só habia unos 800 con
fu–
sil,
y
algunos montados con pistola
y
sable~
so–
brábales el arrojo, pero junto con las armas, les
faltaban la disciplina
y
pericia. sin las cuales el ·
heroísmo d·e la numerosa muchedumbre se convier-
te en su propia ruina. Por esa causa no pudieron
resistir
á
un ataque en regla, aunque despues de
desordenados en el campo quisieron probar ln. suer-
te de las armas en la escabrosa altura.
El vencedor, no contento ·con la espantosa carni–
cería, que acompañó
á
su triunfo, lo deshoµró con .
ejecuciones crueles, hechas á sangre fria. Víctimas
de su implacable venganza fueron el coronel Dian–
<leras, un sobrino de Pumacahua, San Roman, pá–
dre del esclarecido guerrero, que debia ocupar los
más altos destinos en la república, el simpático
auditor de guerra joven Melgar, que era la espe–
ranza del Parnaso perua!1º· y otros hombres honra–
Jos sin más delito. que haber peleado lealmente por
la cáusa de su patria. Pumacahua, aprisionado en su
fuga por los vecinos de Sicuani, que le odiaban de
muerte por sus rigores en
p81
y
en el reciente
a~zamiento, fué ejecutado en el mismo pueblo. Lo3
Angulos y otros caudillos no pudieron sofocar la
· reaccion ·estallada en el Cuzco, de la que fueron vic–
timas. El cabecilla Pa.catoro asesinó
á
Mendoza para
pasarse
á
lo:s realistas. Los que en Puno defendian
todavía
la
cansa de la patria, sucumbieron tambien