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D. JOSÉ

ABASCAL.

317

regular posicion, 40 piezas de artillería

y

un0s

20.000 hombres; pero só habia unos 800 con

fu–

sil,

y

algunos montados con pistola

y

sable~

so–

brábales el arrojo, pero junto con las armas, les

faltaban la disciplina

y

pericia. sin las cuales el ·

heroísmo d·e la numerosa muchedumbre se convier-

te en su propia ruina. Por esa causa no pudieron

resistir

á

un ataque en regla, aunque despues de

desordenados en el campo quisieron probar ln. suer-

te de las armas en la escabrosa altura.

El vencedor, no contento ·con la espantosa carni–

cería, que acompañó

á

su triunfo, lo deshoµró con .

ejecuciones crueles, hechas á sangre fria. Víctimas

de su implacable venganza fueron el coronel Dian–

<leras, un sobrino de Pumacahua, San Roman, pá–

dre del esclarecido guerrero, que debia ocupar los

más altos destinos en la república, el simpático

auditor de guerra joven Melgar, que era la espe–

ranza del Parnaso perua!1º· y otros hombres honra–

Jos sin más delito. que haber peleado lealmente por

la cáusa de su patria. Pumacahua, aprisionado en su

fuga por los vecinos de Sicuani, que le odiaban de

muerte por sus rigores en

p81

y

en el reciente

a~zamiento, fué ejecutado en el mismo pueblo. Lo3

Angulos y otros caudillos no pudieron sofocar la

· reaccion ·estallada en el Cuzco, de la que fueron vic–

timas. El cabecilla Pa.catoro asesinó

á

Mendoza para

pasarse

á

lo:s realistas. Los que en Puno defendian

todavía

la

cansa de la patria, sucumbieron tambien