D. JOSÉ
ABASCAL.
de audacia
y
sangre fria. El primer batallon de Ex–
tremadura, un cscuadr, de húsares de Fernan-·
do VII
y
otro de dragones de la Union se
habían~
sublevado en Lima, pidiendo sus alcances de Espa–
ña y de$obedeciendo la voz de sus jefes. E.l anciano·
Virey corrió á caba.llo con tal premura, que se mal–
trató una pierna al doblar una esquina,
y
presen–
tándose impertérrito
y
venerable ante aquella tropa
insubordinad.a, logró calmarla
y
dominó el motin
con el apoyo del cuerpo de artillería, que babia
permanecido fiel
á
la disciplina. Tan distinguida_
prueba de energía vino á corroborar la alta estima-·
cion de que habia gozado Abascal por las dotes des–
plegadas en la administracion, en una época, que–
ponia sus talentos
y
carácter
á
las pruebas más di–
fíciles. De contínuo hubo de comprimir las aspira–
ciones nacionales del Perú, sin herir demasiado la
suceptibilidad de los
pueblo~;
envió planes, arma–
mento, refuerzos
y
rec~u-:;os
á
los que defendian la
causa real en Quito, Chile
y
fronteras de Buenos–
Aires; supo ?btener, por donativos, empréstitos
y
bien manejadas rentas, suficientes fondos para cu-
·. brir tan costosp..s
atencione~,
y
sin perjuicjo de ellas,.
se ocupó hasta de favorecer el progreso de las mi–
si ones , especialmente por el lado del Pangoa
y
det
Chanchamayo acerca del que b'abia presentado en
1808 el intendente Urrutia un luminoso informe.
Lo que más honra la memoria de Abascal, es que
en aquellas circunstancias dejó pocos enemigos,.
1 •