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D. JOSÉ ABASCAL.

todo hacia

descend~r

la luz de la verdad, que liber–

ta, desde las clases instruí as hasta la ruda mu–

chedumbre . En vano se pr en'dia

encaden.ar

6

ex–

traviar la inteligencia con variedad- de terrores

y

sofismas. Procurábase inspirar el apego

á

la siste–

mada servidumbre,

exaltan~o

el temor, que natu–

ralmente excita lo desconocidq,

y

acrecentando los

recelos, que de suyo despertaban las graves discor·

dias de los patriotas en las colonias ya sublevadas.

Poníase mucho empeño en confundir la causa de

Dios con la del coloniaje, como_si para ser inde–

pendiente fuera necesario abjurar los sentimientos

· religiosos. Se invocaban aún el pretendido derecho

de conquista, la sujecion perpétua

á

la mr,trópoli

· bajo el título de madre patria,

y

los lazos accesorios,

que pudieran resultar del juramento prestado, del

honor militar

y

de la situacion excepcional de la

1

península. Mas el simple buen .sentido bastaba para

desvanecer tan artificiosas fascinaciones; y una vez

que se ponían en la balanza los derechos del

Rey

y

de la patria, la decision no podía hacerse aguardar

por mucho tiempo. Lo que ántes era un simple

instinto patriótico, ciego

é

indeciso, se convertía

en una conviccion fija y luminosa; al vago deber

reemplazaba la firme resolucion,

y

los espíritus

a~

dientes pasaban

á

traducirla en hechos.

En 1812, cuando se trataba de adormecer el vi–

reinato celebra_ndo solemnemente la promulgacion

de la Constitucion política, los patriotas de Huanu-