p.
JOSÉ ABASOAL.
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t~ntes
escriuiria en este sentido,
y
yo
sería la vícti–
ma de la prudencia,
y
.ántes que mi honor sea man–
cillado, prefiero hacer .,· guerra; la guerra es el
único modo, que tengo de sal varree.
~
El historia–
dor, que no puede ad.optar gravísimas acusaciones
sin pesar la fuerza de los testimonios, no admitira
como cosa cierta una declaracion, que, si bien se ve
autorizada por la voz pública, reposa únicamente
.en la divulgacion de una confidencia, cuyos térmi–
nos se alteran
y
tergi -cv:ersan con suma facilidad,
cuando está sobrexcitada l;_t expectacion de los pue–
lJlos. Mas, si Abascal habló como se dice, dió una
prueba de ligereza
y
egoismo. poco en armonía con
su conducta habitual. Por lo comun prefirió las me–
didas de verdadera prudencia,
y
no debía conside–
rar como tales los ardides maquiavélicos aconseja–
dos por Arredondo, que. sobre ser inicuos, no ofre–
cían resultados serios. ¿Qué hubiera pofüdo conse–
g uir con las peores artes un virey del Perú para
contener el movimiento providencial, que, por la
marcha irresistible de los espíritus en todo el mun–
do civil izado , determinaba la emancipacion de la
América? En verdad no faltaron, ni podían faltar
.excisiones lamentables eLl.tre los americanos , lan–
zados sin preparacion en la carrera de las revolu–
ciones en un siglo en que la· anarquía de las ideas
excede en mucho
á
cuantas causas dividieron en
otros tiempos á las naciones
y
á los partidos; pero
la lucha interior de los. patriotas no hizo por un
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