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D. TEODORO DE CROIX.

inapreciable en el chachapoyano D. Toribio Rodri–

guez de Mendoza, quien procuró levantar los estu-

. .dios

á

la altúra 'del siglo , no desmereciendo los de

Lima de los mejor sistenf1dos en la PeO:ínsula bajo

un gobierno reformador. Los peruanos estaban lu–

ciendo allí

y

en América la claridad

y

extension de

.sus talentos. El Cuzco se ilustraba con las lecciones

y

direccion del tacneño. D. Ignacio Castro, que

á

una vastísima instruccion unía un estilo correcto

y

elegante. Don Hipólito Unanue, doctísimo médico

y

gran literato, iba

á

ser el oráculo de los vireyes,

miéntras llegaba el dia de servir con inteligencia

en la administracion indepef!diente. La escuela de

ruedicina de Mompeller admiró la instruccion de

Dá\ alos, quien, á causa de su uolor, no _babia con–

seguido ser graduado en la uniYersidad de Lima.

La córte habia admirado las Úrillantes dotes de don

Pablo Olavide, quien, despues de haberse distingui–

do en la sociedad , las letras; el gobierno de Sevilla

y

la colonizacion de

Sie~ra-Morena,

expió sus opi–

niones religiosas con las penosas mortificaciones,

impuestas por el Santo Oficio,

y

de una manera

gloriosa, publicando su elocuente

E vangelio en

triunfo

y

su traduccion de los. salmos. Aunque el

Mini terio trabajára con celo por la propagacion de

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luces , veía con inquietud la difusion de ideas

ho tiles

á

la relig ion

y

al poder absoluto, recelan–

do, sobre todo la peligrosa excitacion, que :pudieran

pr.ovocar en sus adormecidas colonias. Con ese re-