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D. TEODORO DE CROIX.

nian sus útiles, sus dibujos, su herbarío y sus apun–

taciones. Segun su expresiva confesion, ante aquel

.estrago de las llamas , quedaron como el desgracia-

\

do que, herido del rayo, dve y está sin el senti-

miento de su vida. Desde luégo procuraron salvar

su responsabilidad ante el Soberano, acreditando el

accidente de que habian sido víctimas, y habiendo

rehecho despues sus recuerdos

y

labores, nos han

legado en la

Flora peruana

preciosas descripciones

de bellísimas, cuanto variadas

ó

utilísimas plantas.

El Ministerio quería tambien dará conocer las ri–

quezas minerales, para lo que pidió muestras de to–

dos los del vireinato; se le negaron, ·alegando el cos–

to que su coleccion

y

trasporte acarrearian al era–

rio; pero la causa más poderosa de

est~

negativa

era el escaso conocimiento de la materia. Donde tan

rico

y

·variado se ostenta el reino mineral, apénas

se fijaba la atencion, sino en el oro, plata y azo–

gue. Por ent6nces se dirigió -pasajeramente al co–

balto

y

se ocupó de contínuo en el descuurimiento,

muchas veces anunciado

y

otras tantas frustrado,

de minas, que pudieran reemplazar á la de Huan–

cavelica. En ésta ocurrió un gran hundimiento, so–

bre cuya causa y magnitud se tuvo engañado al

Gobierno durante muchos meses. Se decia,

y

áun

se comprobaba con numerosos testig0s, que el der–

rumbe, simple ef cto de un terremoto, sólo babia

destruido algunas vetas, tan ruino as como inúti–

les_,

y

que léjos de lamentarse, debia ser mirado