D. TEODORO
DE
CROIX.
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celo ordenó recoger la
Enciclopedia,
el
.B.elis0rio
de
Marmontel, las obras de Montesquieu, Rainal,
Maquiavelo y demas libros prohibidos, reprender
con prudencia
á
los q
u ~.
los hub] eran leido, y no
permitir publicacion alguna sin superior licencia.
Así lo hizo el Virey, previniendo
~la
UniYersidad,
que áun sus panegíricos, certámenes
y
discursos
latinos de apQrtura quedaban sujetos á la aproba–
cion prévia, y nombrando una comision para que
.examinase las obras llegadas
á
la aduana. ¡Trabas
tan pueriles, para contener el movimiento de las
ideas, como las piedrezuelas con ·que se intentára
detener el curso de las aguas al precipitarse espu–
mosas de las cumbres andinas
l
La instruccion, secularizada ya en mucha parte,
no podia suj eiarse al estrecho sendero por donde la
habían encarrilado los expulsados jesuitas y los to–
davía subsistentes frailes. Éstos, sin embargo de
contar en sus claustros hombres Q.e mérito, como el
elocuente Calata ud entre los dominicos, el erudi–
to franciscano '@a, el
agustino~,
el agoni–
zante Celis
y
otros, no ejercían poderoso ascendien–
te sobre la ilustracion del siglo, ya porque su ins–
tituto estaba poco acorde ·con el espíritu filosófico_
dominante, ya porque frecuentes desórdenes de
conducta hicieran perder mucho prestigio á sus
mejores doctrinas. La reforma de los visitadores ha–
bía terminado, no sólo sin dejar huellas duraderas
de una vida más arreglada
á
las constituciones mo-