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D. TEODORO DE
ORO.IX.ciones del Cuzco
y
Tarma. Disueltos los batallones
de Soria
y
Extremadura, de los que algunos oficia-
1es regresaron á la penínsf la,
y
en mayor númeró
se casaron en el Perú , lo tfiismo que muchos sar- .
gentos y cabos, se organizó el regimiento Real de
Lima con tres batallones.
Tocante á la guerra apé:nas ocurrió otra cosa más ,'
que merezca referirse, fuera de la prohibicionde in–
troducir armas para el expendio,
y
la reclamacion de
los nobles del Cuzco para sacar el estandarte acos–
turnbrado en la fiesta de Santiago; pretension, que
fué desatendida,
á
fin de no suscitar peligrosos re–
cuerdos de la dinastía de los Incas.
Cuanto pudiera afectar al respeto del Rey , era
castigado, como si se injuriára al Soberano de los
cielos. Un pobre gallego, que había venido en clase
de soldado, y ejercido despues los poco lucrativos
oficios de mercachi.tle
y
corredor de muebles' car-
. gado de familia, necesidades y-años, se acordó, que
era hijo natural de un hermano del Cardenal I a–
triarca, Presidente del Consejo' de Castilla,
y
para '
explotar la be.neficencia de los ricos fingió recibir
cartas del Rey
y
otros encumbrados personajes, que
hacia contestar por un religioso de la Merced. La
superchería no podia ser más grosera , por el estilo
chabacano de su correspondencia; sin embargo, en–
gañó
ó
movió
á
ciertas personas notables, que le
dieron pequeñas limosnas. Descubierta la impostu–
ra , que el reo pensó no confesar, fingiéndose mudo