D. TEODORO DE C¡tOIX.
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puesto á los piés de Napoleon.
Á
producir .tan gran
ruina contribuian al mismo tiempo el desquicia–
miento eneral- del Gobi no
y
las violentas sacu–
didas que la ·revolucion francesa de 1789 estaba
dando
á
las sociedades
y
á l-0s tronos.
El progreso dél Perú no se detuvo por la deca–
dencia de la monarquía. El profundo antagonismo
que una administracion mal sistemada
y
la natura–
leza misma de las cosa establecian entre el vireina·
to
y
la metrópoli , hacia muchas veces, que los ma–
les de ésta redundasen en beneficio de los colonos :
la guerra europea, que la afligía con todas sus ·ca–
lamidades. relajó los perniciosos lazos del monopo–
lio colonial; la debilidad de su gobierno dejó ger–
minar,
á
P,esar suyo, en posesiones regid· con poca
justicia.
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sin acierto, las ideas del derecho
á
cons–
tituirse, segun la propia conciencia;
y
la súbita
caida del Monarca ofreció
á
toda la América espa–
ñola la ocasion más propicia para levantarse simul–
táneamente en los lugares m s apartados, como
movida pol' un impulso providencial, proclamando
su independencia. El movimiento vivificador ini–
ciado por Fernando VI
y
gloriosamente continuado
por Cárlos III, habia de seguir, no obstante el re–
troceso de España, en colonias, que so1o necesitaban
salir del letargo para progresar por sí misma ,
y
cuyo · adelantos eran
poderosamen~e
favorecidos por
la extraordinaria rapidez. con que avanzaba la civí–
lizacion del mundo.
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