D. FREY FRANCISCO.
GIL~
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ser extrema
y.
las pasiones pocas veces arrastraban
al crímen; pasaban la vida sin inquietud pobres
y
ricos ; pero la ciuda,d de os Reyes no podía engran–
decerse
eonform~
á sus favorables circunstancias;
porque ni
~a
inmigracion anual de unas 1.500 perso–
nas, ni la formacion de familias estables llenaban las
.b.ajas producidas por la muerte , que, especiaÚnen–
te en los recien nacidos y expósitos, alcanzaba ci-
.fras espantosas. El cáncer de la ociqsidad corroía al
mismo tiempo la poblacion
y
las costumbres. Mu–
chas mujeres, venidas de lea
y
Piura,
6
criadas en
buenas familias] ograban en el matrimonio la suer.–
te merecida por su virtud
y
,su belleza; pero eran
· no pocas las arrastradas
á
la perdicion por la falta
de honrada subsistencia
y
por las corruptoras
exi–
gencias del lujo. No abundaban las personas, que
pudieran sostener los dispendios impuestos por
la
moda;
y
sin embargo, se presentaban en los pa–
seos más de 1.400 coches
6
calesas,
y
las galas más
costosas eran arrastradas por jóvenes, que no tenían
conocidas rentas. De aquí en ciertas clases las fal–
tas representadas con excesiva viveza
y ·
exagera–
cian por el satírico Terralla; de aquí la gran difi–
cultad de contraer
ó
sostener sin escándalo los lazos
conyugales,
y
de aquí muchas' vocaciones bastar–
das por la Iglesia
ó
por el claustro.
El Virey procuraba evitar los excesos por los
medios
á,
su alcance; el teniente de policía, los al–
caldes de barrio y .}as rondas precavían los delitos