D. FREY FRANCISCO GIL.
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que le tributan sus aguas; las lluvias torreneiales,
que en pocos instantes inundan los llanos
y
las co–
linas; las tempestades, q e rugen en la espesura
y
la destrozan con sus rayos; los días anublados de
sú1
ito como la noche más tenebrosa; la claridad,
que por la noche derraman en el bosque las lucien–
tes cucuyas; las espesas nubes de importunos mos–
quitos
y
de brillante mariposas; aves de dulcísimo
canto, de1icado8 matices
6
extraordinarias formas;
las culebras, que tienen cuatro vara de grueso so–
bre cuarenta de largo; otros mónstruos del rio
6
del bosque ; los colosos de la vegetacion; el esplén–
dido ramaje formando las más vistosas decoracio–
nes sobre un suelo desprovisto de piedras;
y,
sobre
todo, la azarosa existencia de los salvajes. En el
seno
d~
la abundancia·estaban expuestos
á
las más
duras privaciones, cuando se enturbiaban los rios
bien provistos de pesca
y
se inundaba la selva, que
ofnce ·grato sustento en sus plantas
y
en la caza
;
el exceso de vida, que los rodea, les exponia á res–
pirar un aire mortífero; postrábalos la intemperan–
cia; exterminábalos la guerra,
y
pocos arribaban
sanos
y
salvos á la edad de cincuenta años. Esta–
ban llenos de supersticiqn·es, careciendo de ideas
religiosas; poco dulces en sus afectos, llevaban con
el mayor placer al banquete comun sus comidas
y
provisiones; perezosos
é
inconstantes , desplegaban
tanta actividad, como decision para las correrías be–
licosas
6
~pacibles;
en
~l
seno de la rudeza mostra-