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D. 'FREY FRANCISCO GIL.

ligentes del administrador interino Lequanda,

quien procuró conciliar las mayores entradas del

·Tesoro con el más expedif) despacho de los comer–

ciantes; aunque los derechos reunidos de alcabala

y almojarifazgo eran moderados, no pasando de 13

por 100 en los efectos más

rec~rgados,

y habiendo

muchos de éstos libres,

ó

con un gravámen casi

insignificante, daban las aduanas el tercio de las

rentas. Seguíanles en la importancia rentística los

tributos, que hasta mediado el siglo estuvieron casi

enajenados de la corona. Venian despues los diez–

mos y cobos cobrados de la plata en barras. Los pro- ·

duetos de la casa de moneda y del éstan·co de taba–

cos, eran tambien de gran cuantía, pero no de tan–

t0 provecho, porque la

~ompra

de las materias pri–

meras y los gastos de administracion absorbían

casi la mitad de los ingresos. Todavía era más ilu–

soria la renta de azogues, en cuya negociacion so–

lía perder el fisco de una manera

ó

de otra. Las

<lemas rentas, si se exceptúa el impuesto sobre

ag uardientes, eran accidentales

ó

de un valor se–

cundario. El total cobrado al año por el fisco pa–

saba

y a

de cuatro millones

y

medio.

Aunque el Virey se diera oficialmente por sa–

tisfecho del estado de la Hacienda, en comunica–

ciones de

confi~nza

se quejó de que los mayores in–

g resos no disminuían los apuros de la administra–

cion. La recaudacion de ciertos ramos absorbia más

de do quintos de su producto bruto; el Rey quería